Muchos dicen que los escritores somos personas solitarias. A menudo en las películas y en los propios libros, se describe a los escritores como alguien huraño y nada social que se esconde tras un cuaderno de notas, una máquina de escribir o un ordenador portátil… y si ya tiene una cabaña en el bosque o se refugia en un pueblo remoto junto a la costa para encontrarse a sí mismo, ya se redondea el cliché. Pero, ¿somos los escritores realmente personas solitarias?
La fórmula mágica de la concentración
La mayoría de mis hábitos de escritura los he heredado de mis hábitos de estudio. Puede parecer extraño, pero la inspiración (si es que podemos llamar así a algo que surge de nuestros pensamientos) no me ha venido tras horas delante de una página en blanco, sino cuando escuchaba música. Porque sí, tiendo a alcanzar mi mayor grado de concentración cuando escucho música (y mis listas de reproducción no se caracterizan por ser precisamente música de ambiente o clásica).
No existe una fórmula universal para concentrarse en algo
Con el tiempo, he intentado no perder mi capacidad de concentración en algo importante (como lo es escribir para mí, pero que aplico en cada cosa que hago) durante el tiempo suficiente. Y, a pesar de lo que muchos eruditos puedan decir, creo que no existe una fórmula universal para concentrarse en algo, porque cada uno tiene sus costumbres, manías y capacidades. Es decir, cada uno de nosotros debe encontrar su propia fórmula.
La vida con otras muchas vidas
«Si quieres ir rápido, camina solo; si quieres llegar lejos, camina acompañado«, dice un proverbio africano que puede aplicarse a los escritores. Admitámoslo de una vez: no estamos solos. Los escritores podemos sentarnos frente a las hojas o el ordenador en una habitación donde físicamente no hay nadie más que nosotros; o podemos ser capaces de aislarnos de la gente que nos rodea (ya sea en una cafetería, una biblioteca, el transporte público o cualquier otro lugar frecuentado), que nunca –pero nunca– estaremos solos. ¿Por qué? Porque los personajes que creamos siempre nos acompañan.
«Si quieres ir rápido, camina solo; si quieres llegar lejos, camina acompañado«, dice un proverbio africano que puede aplicarse a los escritores
No importa dónde vayamos; nuestros personajes salen de nuestras mentes con facilidad. Viven con nosotros durante el tiempo que mantenemos su historia abierta y nos hablan con una frecuencia que incluso a veces asusta. No es tan fácil desprenderse de ellos cuando no estás escribiendo y, en parte, creo que esta convivencia que podríamos llamar extrasensorial es algo muy bueno. Soy de las que cree que cuando conectas de esa forma con tus propios personajes, procrastinar una y otra vez hasta que finalmente se abandona la historia, es mucho más improbable.
La escritura a 4 manos
Escribir a cuatro manos (es decir, que dos escritores desarrollen juntos una historia) es algo cada vez más habitual. Escritores como Raquel de la Morena y Pedro Estrada o Gabriella Campbell y José Antonio Cotrina, se sientan a escribir juntos grandes historias, rompiendo de la manera más contundente con esa soledad que se atribuye a los escritores.
Con sus pros y sus contras, como todo, se acompañan mutuamente en todo lo que supone desarrollar una historia hasta decidir que ya está lista, así que de soledad nada.
La cuarta pared transformada en networking
Si bien la cuarta pared se define como el velo invisible e imaginario que está al frente del escenario en un teatro, el cine o los videojuegos… los escritores también tenemos una cuarta pared que debemos afrontar: los lectores. Del mismo modo que la cuarta pared separa la vida de los personajes con los espectadores, creo que los escritores también tenemos esa cuarta pared, y no es más que la que nos separa de los lectores.
Los escritores también tenemos una cuarta pared que debemos afrontar: los lectores
Pese a que ya he dejado claro que para mí los escritores no somos personas solitarias, hay algo que suele sacarnos (o por lo menos a mí), de la zona de confort: los eventos públicos. Las presentaciones de libros, firmas o participaciones en eventos varios, hace que nos enfrentemos cara a cara con nuestros lectores o posibles lectores. Debemos romper la cuarta pared para interactuar con aquellos que leen nuestras historias y empatizan con nuestros personajes (sí, esos que viven dentro de nuestra mente), quedando expuestos a quiénes pueden juzgarnos como escritores. Y no sé a otros, pero a mí cada vez me resulta más difícil.
Y tú, ¿eres un escritor solitario?