Si eres de esos lectores que, como yo, no han sucumbido aún al libro digital y siguen apegados al papel, seguro que te encanta pasar las páginas rápidamente para inspirar el olor que desprenden y respirar el aroma fresco del papel nuevo y de la tinta recién impresa. Pero, ¿a qué huelen los libros?
Para responder a esta pregunta, es necesario distinguir entre los libros nuevos y los antiguos, pues los diferentes procesos de fabricación y productos utilizados a lo largo de los años, entre otros factores, hacen que el olor entre unos y otros difiera.
El olor de los libros nuevos
En cuanto al olor de los libros nuevos, en realidad es bastante difícil identificar compuestos específicos. La falta de investigación científica sobre el tema y la variación en los productos químicos utilizados para fabricar libros hacen que no exista una “fórmula odorífera” de los libros nuevos. No obstante, la mayor parte del ‘olor a libro nuevo’ se puede atribuir a tres fuentes principales: el papel en sí (y los productos químicos utilizados en su fabricación), las tintas utilizadas para imprimir el libro y los adhesivos de la encuadernación del mismo.
La mayor parte del ‘olor a libro nuevo’ se puede atribuir a tres fuentes principales: el papel en sí, , las tintas con las que se imprime el libro y los adhesivos de la encuadernación.
El papel se fabrica con las fibras de celulosa que hay en la madera. A la masa de celulosa (o pulpa de madera) se agregan varios productos químicos para lograr las características idóneas del papel utilizado en libros. Por ejemplo, el hidróxido de sodio, a menudo denominado en este contexto ‘soda cáustica‘, se utiliza para aumentar el pH y causar fibras en la pulpa para hincharse. Estas fibras se blanquean con otros productos químicos, entre ellos el peróxido de hidrógeno, y se mezclan con grandes cantidades de agua. A su vez, esta agua contendrá aditivos para modificar las propiedades del papel; por ejemplo, el AKD (dímero de alquil ceteno), que se usa comúnmente como ‘agente de encolado’ para mejorar la resistencia al agua del papel. Y si bien muchos de los productos químicos utilizados en la fabricación del papel no desprenden olor, las reacciones entre sí producen la liberación de compuestos orgánicos volátiles (COV) en el aire, cuyos olores sí detectamos.
Lo mismo ocurre con los productos químicos utilizados en las tintas y los adhesivos. Existe una variedad de adhesivos diferentes para la encuadernación de libros, muchos de los cuales se basan en ‘copolímeros’ orgánicos, un gran número de moléculas más pequeñas encadenadas químicamente.
El olor de los libros antiguos
En el caso del “olor a libro viejo”, es la descomposición química de los compuestos dentro del papel lo que conduce a la producción de este característico olor. El papel contiene, entre otros productos químicos, celulosa y pequeñas cantidades de lignina, mucho menos en libros más modernos que en libros de hace más de cien años. Esta sustancia natural es también la responsable del amarillamiento del papel viejo con la edad, ya que las reacciones de oxidación hacen que se descomponga en ácidos, que luego ayudan a descomponer la celulosa.
En el caso del “olor a libro viejo”, es la descomposición química de los compuestos dentro del papel lo que conduce a la producción de este característico olor
De esta forma, la degradación química de los productos utilizados habitualmente en la fabricación del papel, así como la descomposición de la celulosa en el papel. Un hecho que en los libros más nuevos no se produce de forma tan notable debido a que en su fabricación se someterán a un proceso químico para eliminar la lignina y ralentizar la degradación de la celulosa.
Como apunte, existen algunos compuestos químicos concretos que se utilizan como marcadores para determinar el grado de degradación de los libros antiguos. Es el caso del Furfural, cuya emisión generalmente aumenta con el año de publicación en relación con los libros más antiguos compuestos de algodón o papel de lino.
Fuente: Compound Interest, ASPAPEL.