En un artículo anterior, escribía que la literatura desarrolla la capacidad comunicativa, reflexiva e imaginativa de una persona. Y es que, a lo largo de la historia, las diferentes artes -especialmente la literatura- han reflejado la realidad de cada época a través de la representación del ser humano, lo que a su vez ha ido construyendo nuestro pensamiento crítico y formando nuestra herencia cultural.
La capacidad de la literatura de hacer visible lo invisible, ha logrado que en los últimos años hayamos asistido a una proliferación de novelas en las que aparecen personajes del colectivo LGTB+ que expresan la existencia y el desarrollo de la diversidad sexual y de género, cuya visibilización y normalización es hoy todavía necesaria. Pero no está exenta de debate: ¿Es necesario diferenciar la literatura LGTB+ de aquella que es social per se? ¿Dónde comienza y acaba la literatura LGTB+? ¿Son necesarias las etiquetas? A estas y otras cuestiones pretendo responder en este reportaje gracias a la colaboración de varias personas del movimiento LGTB+.
La intangibilidad de su definición
Las obras literarias presentan una serie de rasgos diferenciadores que permiten clasificarlas en distintos géneros literarios. Suele ser bastante fácil diferenciar la literatura fantástica, la de ciencia ficción, la histórica, de terror o de suspense, pero no lo es en el caso de una que cada vez es más frecuente encontrar entre las estanterías de las librerías y grandes superficies: la literatura LGTB+. Y, es que, ¿es realmente la literatura LGTB+ un género literario más? La respuesta de Gadreel Mills es bastante clara: “La literatura LGTB+ como etiqueta de género, no debería existir, pues los géneros literarios se basan en la ambientación de la historia y la presencia de personajes del colectivo no altera el universo dónde se desarrolla”. ¿O es que una novela de fantasía no puede ser protagonizada por un personaje LGTB+? Claro que sí. De hecho, la literatura LGTB+ “es transversal a los géneros”, dice Gorka González. Y lo es hasta tal punto que, como apunta Paula Iglesias, “cualquier historia de cualquier género literario se puede escribir incluyendo personajes LGTB+ sin necesidad de que el argumento gire en torno a su pertenencia al colectivo”. Un ejemplo de ello es la saga ‘El mensajero de la oscuridad’ de Lynn Flewelling, o ‘Solo el acero’ de Richard Morgan, ambas historias de fantasía y aventuras en la que sus protagonistas son homosexuales.
Los géneros literarios se basan en la ambientación de la historia y la presencia de personajes del colectivo no altera el universo dónde se desarrolla.
Gadreel Mills
“Es difícil llegar a un consenso”, admite Tatiana. El problema de definir la literatura LGTB+ como un género más reside en que partiría de la base de ser separada de otras obras literarias, como si por el hecho de incluir personajes LGTB+ la convierta en excluyente de otros géneros literarios. Y, como he señalado antes, nada más lejos de la realidad. “El hablar de LGTB+ como género hace que, una vez más, las personas del colectivo sean ‘los otros’, nos aparta del resto de la literatura”, señala Laura Bailo. En esa misma línea opina Arturo Urbanos: “Me parece problemático que la literatura con personajes LGTB+ se la trate como un género más porque eso supondría una separación de las obras generales”.
Entonces, ¿cómo podríamos encontrar una novela con personajes LGTB+ en un rol principal si la literatura LGTB+ no es un género literario como tal? Para ello, tanto escritores como lectores hablan más bien de una etiqueta adicional localizable para referirse a la literatura LGTB+. “Yo creo que no existe un género como tal, sino que es una etiqueta que añades a otros géneros”, dice Zeusdehera. Por su parte, Lluvia Beltrán opina: “No creo que sea un género en sí mismo, creo que es más bien algo parecido a una temática o quizás una categoría, es decir, algo que engloba obras que tocan el tema de una manera significativa”. “Más bien es un término que utilizan las personas para referirse a libros que traten temas de visibilidad sobre el colectivo”, apunta Elena Siles.
Sin embargo, no cualquier historia tendría cabida. La fina línea entre las novelas protagonizadas por personajes LGTB+ (en las que no necesariamente la historia se centre en que pertenezca al colectivo) y las que incluyen a personajes LGTB+ sin más (como algo puntual), no es tan fácil de discernir para algunas personas.
La fina línea entre la inclusión y el Pinkwashing
Pese a que escritores y lectores parecen comprender la diferenciación entre “género” y “etiqueta” cuando hablamos de literatura LGTB+, el término sigue siendo complejo y debatible. Es el caso de las librerías, ya que tienden a colocar las historias con personajes que pertenecen al colectivo LGTB+ en una estantería aparte y, por ende, son separadas de los géneros. En este punto, Noelia Clemente se acuerda de otro debate dentro de la literatura: “Creo que es un caso similar al de la literatura juvenil, de la que se habla como si fuera un género, cuando, en realidad, es una etiqueta que se usa por marketing”.
Me parece problemático que la literatura con personajes LGTB+ se la trate como un género más porque eso supondría una separación de las obras generales.
Arturo Urbanos
Esta separación resulta ser un arma de doble filo en la que, por un lado, resulta útil para quienes buscan historias con las que identificarse o, simplemente, leer historias en las que haya referentes para las personas LGTB+; y, por otro, se tiende a hacer pinkwashing o, lo que es lo mismo, estrategias de marketing por parte de editoriales y librerías dirigidas a la promoción de, en este caso un producto, para atraer al público que forma parte del colectivo LGTB+. Entonces, ¿qué debe contener una historia para ser considerada LGTB+? ¿Basta que haya un elemento, referencia o personaje LGTB+? Aquí hay consenso y es un rotundo no. “No creo que novelas con simplemente personajes que pertenezcan al colectivo deban ser consideradas ‘novelas LGTB+’”, opina Arturo Urbanos, y Gadreel Mills pone un ejemplo: “No vale que una novela mencione en una frase que en el bar donde está el personaje protagonista hay una pareja homosexual besándose en secreto en una esquina”. Esta misma visión no es casualidad, ya que, como apunta Gorka González, “con esa excusa nos están colando productos en un intento de pinkwashing de manual […] Para considerarse así tiene que haber personajes LGTB+ en la trama como protagonistas y su orientación o identidad tiene que ser clara, no sugerida, independientemente de la trama”. “No puedes escribir un personaje LGTB+ porque ‘es una moda’ o porque ‘quieres ponerte una medallita’. Deberían escribirse porque nuestro mundo es diverso, y eso debería verse reflejado en los libros”, sentencia Laura Bailo.
Pero este debate no solo recae en librerías y editoriales, también en los propios escritores, porque además la literatura LGTB+ no solo es aquella que está escrita por personas que se reconocen del colectivo LGTB+. “Cualquiera puede (y debería poder) escribir literatura LGTB+, por supuesto, siempre desde el respeto”, dice Tatiana. Y el siguiente ejemplo es muy acertado: “Creo que la literatura LGTB+ no puede pertenecer solo a los que se reconocen como personas del colectivo, pues sería como asumir que la ciencia ficción solo puede ser escrita por alguien que venga del futuro”, apunta Zeusdehera. Y se suma Noelia Clemente: “Considero que debería englobar a todos los libros que traten asuntos relacionados con el colectivo y que pueda ser útil para el mismo, sin tener en cuenta por quién están escritos”. “Ya vamos suficientemente escasos de representación como para no tener en cuenta las aportaciones que puede hacer cualquier escritor. Es más, el hecho de que no se encorsete la literatura LGTB+ en una temática específica de escritores pertenecientes al colectivo es un paso más hacia una normalización”, dice Paula Iglesias. Y, es que, si no sorprende que escritores LGTB+ escriban una historia con personajes heterosexuales, no debería sorprender si sucede al revés.
No puedes escribir un personaje LGTB+ porque ‘es una moda’ o porque ‘quieres ponerte una medallita’. Deberían escribirse porque nuestro mundo es diverso, y eso debería verse reflejado en los libros
Laura Bailo
No obstante, escribir sobre un tema determinado siempre requiere un proceso de documentación y, en el caso de querer representar al colectivo LGTB+ en una historia, no es diferente. Es necesario, según resume Elena Siles, “que sea una buena representación, informarse lo más posible y pedir siempre betas sensibles para una posterior revisión”. Un punto importante en el que se coincide es en la figura del sensitivity reader (que trataré en un próximo artículo). “Las novelas que escriban personas ajenas al colectivo deberían contar con documentación detrás, sensibilidad y/o el trabajo de un lector de sensibilidad (sensitivity reader)”, expone Arturo Urbanos. “A la hora de escribir, hay que tener cuidado de no acabar con una representación estereotípica de la sexualidad o la identidad de género, y para ello contamos con los lectores de sensibilidad”, señala Laura Bailo.
Otro aspecto que señalan en este punto, son los clichés (a los que tanto se recurre con o sin conocimiento), los estereotipos y las historias cuya trama gira únicamente en torno a la orientación sexual, su superación y/o aceptación. “Evitar los clichés y el ‘bury your gays’ es, en mi humilde opinión, primordial. El ‘bury your gays’, que hace referencia a matar a tus personajes del colectivo LGTB+”, explica Noelia Clemente y amplía Tatiana: “No siempre tiene que ser una historia dramática, ni tiene por qué terminar mal solo por el hecho de ser personajes LGTB+. Las historias alegres existen, los finales felices también”. Y no les falta razón, pero, por desgracia, en la vida real aún hay demasiados baches para tener ese final feliz por el que tanto se está peleando y que merecen como cualquier otra persona.
“Odias lo que temes y temes lo que desconoces”
Es una frase Gorka González que me recuerda a una de las grandes enseñanzas del maestro Yoda en Star Wars: “El miedo lleva a la ira, la ira lleva al odio, el odio lleva al sufrimiento”. Aún hoy, en pleno siglo XXI, parece más normal que un hotel japonés haya llegado a estar íntegramente gestionado por robots a que exista diversidad sexual y de género. Que todavía hoy se produzcan agresiones verbales y físicas a personas del colectivo LGTB+ por no ser parte de lo que alguien considera “normal”, dice mucho del largo camino que aún queda por recorrer.
El hecho de que no se encorsete la literatura LGTB+ en una temática específica de escritores pertenecientes al colectivo es un paso más hacia una normalización
Paula Iglesias
Como escribía al principio de este artículo, la literatura es un reflejo de la sociedad, y en la sociedad actual la diversidad sexual y de género existe, y dice Arturo Urbanos, “el colectivo LGBT+ tiene derecho a vivir aventuras de fantasía, ciencia ficción, misterio, romance… sin que su identidad sea algo que afrontar, sin que sea un bache”. Pero para que esto suceda, la diversidad, el respeto y la inclusión deberían estar en nuestra sociedad por naturaleza, y la literatura es un gran puente para ello: “Se ocupa de transformar estereotipos, de hacer soñar a los niños, de crear un espacio en el que personas de orientaciones sexuales, identidades de género o cualquier otra categoría se vean reflejados en situaciones en las que, hasta el momento, no encontraban representación”, apunta Zeusdehera. “La sociedad necesita referentes reales para todo tipo de personas, sobre todo porque los niños y adolescentes muchas veces encuentran estos referentes en la literatura y tenemos la responsabilidad cultural de crearlos”, dice Paula Iglesias. “Ayuda a abrir la mente y fomenta la tolerancia, no solo con respecto a lo LGTB+ sino ante cualquier cosa que sientas diferente/contraria a ti”, dice Lluvia Beltrán.
La literatura LGTB+ es importante, además, “por la falta de cuidado que tiene el sistema —especialmente la vertiente educativa— en mostrar la diversidad que existe y siempre ha existido en la humanidad”, afirma Gadreel Mills. A través del pensamiento crítico y la opinión que la literatura despierta, no solo entendemos mejor otras culturas, también la sociedad que nos rodea. Nadie puede negar hoy en día que la diversidad sexual y de género exista y que los cánones de hace décadas ya no son los actuales. No todo es blanco o negro. No todo se reduce a mujer u hombre. Como dice Gorka González, “tenemos que avanzar y llenar, como escritores (creando) o como lectores (demandando) historias que cubran todo tipo de géneros y nos representen”. Y, es que, parafraseando a Rocío Vega, las personas no se definen por su identidad, pero su identidad es importante.