Hay quienes creen que los escritores tenemos el don de la palabra; que nos resulta muy fácil expresar lo que sentimos o describir una situación. Pero por mucho que se nos pueda dar bien escribir, hay momentos indescriptibles; que te dejan sin palabras. Y todo lo que creías que podrías decir al imaginarte ese momento queda muy lejos de cómo te sientes cuando llega.
El día 11 de septiembre llevé al altar a mi hermano. Mi mayor confidente, mi Ying, mi Hansel, mi Bart. Y no existen palabras en este mundo ni en ningún otro para expresar cuánto significa salir junto a él de la casa que compartimos durante años con nuestra madre, en nuestro barrio, y recorrer la distancia hasta el lugar de celebración solos en un coche, y sobre todo, recorrer el pasillo hacia el altar cogida de su brazo, esperar allí junto a él a la mujer de su vida y ver su cara cuando ella aparece. Ser testigo en primera fila de sus miradas, de su complicidad, de su amor, de su felicidad… Esos momentos son indescriptibles.
Y no sé cuándo sucederá, pero el día en el que sea yo quién camine hacia el altar, lo que sí sé es que también estaré cogida del brazo de mi hermano desde el primer minuto en el que todo comience. Y volveremos a compartir esos momentos que, aún estando rodeados de decenas de personas, solo son de hermanos.
Publicado en mi Instagram 13-09-2020