Más literatura

Audiolibros, la nueva (y polémica) forma de leer

El sector editorial, aunque parezca siempre el mismo, ha tenido que evolucionar como cualquier otro sector. La revolución tecnológica, que convive y transforma las formas de escribir, producir y vender un libro, ha llegado también a la forma de leer. Estoy hablando de los audiolibros. Pero, ¿es realmente leer?

Según el Barómetro de Hábitos de Lectura y Compra de Libros 2019el uso de los audiolibros ha aumentado un 3 % respecto al año anterior. Dentro de esta cifra, el 3 % de la población mayor de 14 años escucha audiolibros y, de ellos, un 1,3 % lo hace de manera frecuente. Y si bien el mercado de los audiolibros crece en los últimos años, hay quienes piensan que escuchar audiolibros no es el sinónimo de leer un libro en físico o en digital.

¿Es una cuestión de definición?

Resulta fácil separar ambas cosas si atendemos a la acción: escuchar y leer. Y es que no es lo mismo que te cuenten una historia a que leas una historia. También lo es si atendemos a su definición: según la RAE, mientras que «escuchar» significa poner atención o aplicar el oído para oír algo o a alguien, «leer» es pasar la vista por un texto escrito para descifrarlo y comprender su significado.

Pero su definición no es lo único en lo que difieren. Las acciones de «leer» y «escuchar» activan dos partes distintas del cerebro, aunque muy relacionadas: en el caso de leer, activamos el hemisferio izquierdo (en la mayoría de las personas, el principal encargado del lenguaje y el más dotado de capacidades analíticas); mientras que a la hora de escuchar, se activa parte del lóbulo temporal (recibe y procesa información procedente de los oídos). No obstante, este también forma parte del hemisferio izquierdo.

No es lo mismo que te cuenten una historia a que leas una historia

Así, a la hora de interiorizarlo, con un libro en físico, el lector no puede hacer otra cosa que leer. Bueno, quizá pueda subrayar, hacer anotaciones o incluso pegar post-it, pero para hacerlo debe parar de leer como tal. Sin embargo, a la hora de escuchar un audiolibro, sí que se puede hacer otra actividad. De hecho, los usuarios aprovechan el formato audiolibro mientras conducen, hacen deporte o cualquier actividad que no requiera estar concentrado en un texto escrito (ya sea papel o digital).

Por no mencionar que según sea la narración, así será la experiencia. De hecho, yo soy una consumidora habitual de los audiolibros y, dependiendo de qué tipo de libro sea, mi experiencia ha sido mejor o peor. En mi caso, prefiero los ensayos. Si son novelas, la narración ha de ser muy buena, porque una misma voz dando voz a diferentes personajes, además de la narración, es complicado de hacer, aunque hay quienes son maravillosos en ello.

A la hora de interiorizarlo, con un libro en físico, el lector no puede hacer otra cosa que leer; mientras que al escuchar un audiolibro, sí se puede realizar otra actividad

Una usuaria de Twitter acudió a Fundéu con esta pregunta: Si el que lee libros es lector/a, ¿cómo se llama el que escucha libros? La propia pregunta ya diferencia ambos términos «leer libros» y «escuchar libros», ¿no? Sin embargo, la respuesta de Fundéu acorta la distancia entre ambos: son «lectores de audiolibros» o «audiolectores».

Dos acciones distintas para un mismo producto

A pesar de la diferencia en su definición, en ambos casos el producto es el libro. Dicho esto, quizá deberíamos acuñar ambas acciones, «leer libros» y «escuchar libros», en una sola: «consumir libros«. Pero no queda tan bonito decir «he consumido nueve libros este mes» que «he leído nueve libros este mes»; porque aunque «he leído tres libros y he escuchado seis este mes» sería correcto, resulta demasiado extenso.

Lo que sí es bonito es lo que hacen sentir. Un mismo libro, ya sea narrado por tu propia voz interna o por la de otro, por lo general, te atrapa con su historia; te transporta a otros mundos. Leer y escuchar, aún siendo dos actos distintos para consumir un mismo producto, son totalmente complementarios, y solo uno mejor que otro sujeto a la opinión del propio consumidor.

Y tú, ¿cuál prefieres?

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