En el mundo de la literatura es muy común saber el nombre de la persona que ha creado la historia que estamos leyendo, es decir, el escritor o la escritora. Lo que no es tan común es conocer el de quién está detrás de la imagen de la portada, la contra o las ilustraciones que se incluyen entre las páginas. Ya hablé en otra ocasión, por ejemplo, de lo relevantes que son las portadas de los libros, y que Patricia Pérez Redondo, ilustradora de la serie ‘Las aventuras de Txano y Óscar’, reafirma: “La ilustración a la que dedicamos más atención es a la portada por razones obvias, es la más importante y delicada para el libro”. Entonces, ¿por qué no nos fijamos en esos nombres? Precisamente por ello nace este reportaje; para profundizar en el trabajo de la ilustración en la literatura y reivindicar su visibilidad.
La ilustración es el arte que conecta la imagen con las palabras y el ilustrador es el artista que mejora la comunicación escrita. Yo no podría definirla de otra forma, pues nació de la mano de la imprenta, pero estas palabras de Libertad Delgado, artista freelancer, me parecen tan precisas que el título de este reportaje se inspira en ellas: “La ilustración es, en muchas ocasiones, el puente entre la mente de una persona y los ojos del resto”. Así, los profesionales de la ilustración en el mundo de la literatura crean dibujos o imágenes como complemento de la narración con el fin de dar más personalidad a la historia. “La clave de ilustrar es conectar las palabras con imágenes que transmitan algo”, comenta Karen M. L. González, que ha participado en varias exposiciones y muestras colectivas, así como en ‘Proyecto Container’ de Vera Icono Producciones. Pero el trabajo no es para nada sencillo y el esfuerzo y dedicación que requiere podría equipararse al del propio escritor: “Es necesario saber interpretar y transmitir un mensaje a través de la imagen a fin de dar apoyo a un texto o idea y comprender muy bien para qué y hacia quién va dirigido ese mensaje a fin de hacer la mejor interpretación posible”, dice Eve Mae, que ha trabajado para compañías como Marvel, Netflix, Image Cómics o la Ciudad de las Artes y las Ciencias de Valencia.
La clave de ilustrar es conectar las palabras con imágenes que transmitan algo.
Karen M. L. González
El proceso creativo de la ilustración
Los procesos creativos de la ilustración reúnen una complejidad, en la mayoría de los casos, poco comprensible para aquellos que no se dedican a ello: vemos una imagen y nos genera diferentes sentimientos, pero ¿qué es lo que ha provocado eso? Ciencia aparte, trabajo. Mucho trabajo. Y, es que, aunque el proceso creativo ha evolucionado mucho con las nuevas tecnologías, hay aún quién utiliza las técnicas tradicionales como base. En general, el carboncillo, los lápices de colores o acrílicos han dejado paso, fundamentalmente, a las técnicas digitales: “No me ensucio, mis manos no pringan el lienzo, tengo todos los colores posibles a mi disposición y, si me equivoco, puedo enmendar el error a golpe de botón”, dice Libertad. “Suelo usar técnicas de design thinking que me permiten sacar muchos bocetos en poco tiempo”, comenta Karen, que siempre cuenta con una libreta para bocetar.
Pero ilustrar no solo es coger un lápiz, ya sea este analógico o digital. El paso inicial pasa por comprender la esencia de la historia y transmitir su facultad para que no quede en una simple representación, la conexión entre lo que el escritor visualizaba al teclear y el lector al leer: “Es importante tener capacidad de adaptarse y versatilidad, trabajar varias técnicas o, al menos, conocerlas. Tener un lenguaje visual rico, de símbolos y recursos, modernos o antiguos”, explica Medusa Dollmaker. Otra cosa muy importante es “tener una disciplina y organización porque por muy buena que seas, si no eres capaz de presentar los trabajos en un plazo, no vas a ninguna parte”, apunta Patricia. En ambos puntos, la comunicación continua, bidireccional y la retroalimentación con el cliente resulta imprescindible.
Es importante tener una disciplina y organización porque por muy buena que seas, si no eres capaz de presentar los trabajos en un plazo, no vas a ninguna parte.
Patricia Pérez Redondo
Pero hay un aspecto que ni esta profesión —ni en ninguna otra— podemos obviar: el factor psicológico: “Trabajar duro y practicar a tope es muy importante, pero respetarse también. No somos máquinas, debemos escuchar a nuestro cuerpo y mente y respetar nuestros tiempos. Cultivar una buena salud mental cada día es productividad y felicidad con tu trabajo para mañana”, señala Medusa Dollmaker, y no le falta razón.
El estilo artístico, una mezcla de trabajo e inspiración
Los referentes de la ilustración son muchos, y no necesariamente tienen que ser de este ámbito; el cine, los libros o incluso los videojuegos, albergan auténticos artistas visuales que enriquecen la cultura de un artista: “Creo que es importante encontrar inspiración en ramas distintas como la literatura, la ciencia, el cine, la música…”, apunta Karen.
Así, aunque el estilo de la persona que se dedica a la ilustración se construye, principalmente, con el trabajo diario, que además está en continua evolución, y su predisposición natural, tiene mucho de instinto e influencias: “El estilo se trabaja, evoluciona, y no tienes por qué aferrarte a uno solo”, afirma Eve Mae.
El valor de la ilustración como profesión
“¿Me vas a cobrar eso por un dibujo? Si no te ha costado nada hacerlo”, “Pero si esto lo puede hacer mi primo pequeño que le gusta dibujar”, son dos ejemplos de frases que habitualmente alguien que se dedica a la ilustración escucha. No fallan. “A mucha gente todavía le choca eso de tener que pagar por un dibujo más de lo que pagarían por un batido”, asegura Libertad y explica que el “truco” es aprender a quitarse de encima a los caraduras: “Para filtrar a los malos clientes en su mayoría, basta con cobrar por adelantado y negarse a que te regateen o te hagan sentir culpable por cobrar lo que mereces”.
Cultivar una buena salud mental cada día es productividad y felicidad con tu trabajo para mañana.
Medusa Dollmaker
Como en todo, los comienzos no son fáciles. Pero una cosa es que no sea fácil y otra muy distinta que quieran aprovecharse. Como apunta, Eve Mae: “La idiosincrasia y las costumbres del lugar condicionan en gran medida el reconocimiento de los oficios artísticos”, y aunque en España la percepción es positiva y esperanzadora, no se libra de las luces y las sombras del arte: “Lo que no se dice, parece que no existe”, dice Medusa Dollmaker, “parece que poca gente sabía quién generaba cosas detrás de las cosas que les molaban. Ahora parece que ya es relevante contar quién escribe la historia, y quién la ilustra”.
Se trata, en definitiva, de acabar con la contradicción de que algo tan visible como la ilustración de un libro sea una parte invisible del mismo: “La educación tiene mucho que ver con esto, no solo la que nos dan, que pesa mucho, sino la que nos damos a nosotros mismos también”, señala Patricia.