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Las sombras del Premio Planeta

Entre unas cosas y otras, cada año el Premio Planeta siempre da que hablar (ya sabes eso que dicen de que importa si bien o mal, lo importante es que hablen de ti, así que como sé que como escritora nunca voy a aspirar a él, voy a hablar un poco de las sombras que planean sobre el certamen literario español más popular.

Creado en 1952 por el fundador de la editorial, José Manuel Lara Hernández, nació con el objetivo de situar a los autores españoles galardonados en unos niveles de difusión y de popularidad jamás alcanzados, el Premio Planeta se ha convertido también en todo un acontecimiento social con el paso de los años. Sin embargo, sobre él planean ciertas sombras que empañan el respeto y el prestigio que siempre ha ostentado.

La sombra del premio dado

Que el Premio Planeta es un premio previamente dado a su fallo cada 15 de octubre -festividad de Santa Teresa- es algo que se lleva oyendo mucho tiempo. Demasiado, quizá.

Miguel Delibes afirmó que desde la editorial privada le habían invitado a ‘participar’ varias veces, por supuesto, con el premio asegurado: «Me han invitado a concursar varias veces, pero yo siempre he declinado. Por supuesto, siempre me han garantizado el premio, aunque como no he ido no sé si la garantía era sólida», dijo en un encuentro con periodistas con motivo de su 74 cumpleaños.

Ese mismo año, en 1994 y cuyo premiado fue Camilo José Cela, Ernesto Sabato también afirmó el la invitación a participar y el ofrecimiento del premio por parte de la organización. «Yo me reí y le dije que no podía aceptar un premio por un libro que todavía no había escrito», declaró refiriéndose al ofrecimiento de José Manuel Lara.

Que el Premio Planeta es un premio previamente dado a su fallo cada 15 de octubre es algo que se lleva oyendo mucho tiempo. Demasiado, quizá.

La sombra del plagio

1994 fue el año que marcó un antes y un después en la decadencia del prestigio del Premio Planeta a opinión de de la comunidad literaria, aunque, insisto, sigue siendo todo un acontecimiento social y literario. No solo las declaraciones de Delibes y Sabato contribuyeron a la puesta en entredicho de la ‘legalidad’ del premio, también ese año, la sombra del plagio planeó sobre el flamante ganador: Camilo José Cela y su novela La cruz de san Andrés.

Meses más tarde de que el escritor gallego se alzara con el premio, la profesora coruñesa Carmen Formoso, escritora de cuentos infantiles, vio en la novela ganadora de Cela demasiadas similitudes con la que ella había presentado ese mismo año a ese mismo premio: Carmen, Carmela, Carmiña, una novela que narraba su vida y la de sus antepasados.

Tras meses -incluso años- de consultas a catedráticos y consultores e intentos de diálogo con Planeta, los hijos de Formoso decidieron en 1999 denunciar a editorial y escritor, quedando el caso sobreseído. En el artículo publicado por Manuel Román en Liberta Digital, puedes conocer la historia completa y lo que se dedujo sobre ella.

1994 fue el año que marcó un antes y un después en la decadencia del prestigio del Premio Planeta a opinión de la comunidad literaria

La sombra de la guerra por los superventas

El fin de un premio literario debería ser la de abrir las puertas a noveles, no la de fichar grandes nombres. Sin embargo, hace ya mucho tiempo que el Premio Planeta dejó de tener un enfoque simplemente literario para convertirse en algo más comercial y, con ello, ser la mayor arma de la editorial para hacerse con la hegemonía del mercado editorial español.

En esta guerra entra el otro gran grupo editorial de España, Penguin Random House, que ha visto un año sí y otro casi también, como Grupo Planeta premiaba a sus mayores superventas, bien como ganador o bien como finalista (con el dinero en metálico y el correspondiente contrato editorial) para llevarlos a su sello. Santiago Posteguillo (2018), Javier Cercas (2019), Manuel Vilas (2019) y, lo más reciente, Carmen Mola (2021), tras quién se encuentran los guionistas Antonio Mercero, Agustín Martínez y Jorge Díaz, polémica aparte.

Penguin Random House ha visto un año sí y otro casi también, como Grupo Planeta premiaba a sus mayores superventas para llevarlos a su sello

La sombra del negocio

Como continuación a la sombra anterior, cabe destacar el caso de Juan Marsé (Premio Planeta en 1978 y jurado hasta 2005) que contó en El País su nefasta experiencia como jurado: «Advertí enseguida que el negocio editorial primaba sobre la literatura», declara. Por supuesto, tampoco podemos olvidar sus palabras en las ruedas de prensa previas al anuncio del premio: «Este premio no tiene nada que ver con la literatura, pero nuestro cometido tampoco», dijo públicamente.

A esto podemos añadir la cantidad de personas conocidas entre la sociedad española, es decir, personajes públicos que no se dedican profesionalmente a la literatura y que han sido finalistas del premio: Boris Izaguirre (2007) con Villa Diamante, Mara Torres (2012) con La vida imaginaria, Pilar Eyre (2014) con Mi color favorito es verte, Daniel Sánchez Arévalo (2015) con La isla de Alice o Sandra Barneda (2020) con Un océano para llegar a ti, son algunos de ellos.

Que conste que nadie duda de la calidad literaria de sus obras -quizá Marsé lo haría-, pero es inevitable pensar que detrás de ello hay una sombra que mira más por la cantidad monetaria que por la calidad literaria. Personalmente, no puedo opinar sobre estas obras porque huyo de los Premios Planeta (aunque pueda perderme en ello obras magistrales).

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