Varias personas luchan contra el sol abrasador de Madrid refugiándose bajo las ramas de los árboles que bordean el Paseo de Fernán Núñez en el Parque El Retiro, mientras esperan una cola para compartir unos pocos minutos con su autor o autora favorito mientras ven cómo les firma su libro (o libros). Algunas inmortalizan ese momento con una fotografía o vídeo, aunque lo más probable es que lo guarden en sus retinas para siempre.
Y mientras esos lectores incondicionales que viven intensamente la experiencia de abrir un libro, sentir sus páginas y experimentar la sensación de tener algo maravilloso entre sus manos, no pueden evitar querer el pack completo si se presenta la oportunidad, el resto de personas que caminan por el Paseo ojeando casetas y buscando nuevas lecturas, quizá se pregunten por qué alguien esperaría muchos minutos e incluso algunas horas a treinta grados o más (si es que no hay lluvia) para tener «un garabato» en un libro.
Algunas personas inmortalizan ese momento con una fotografía o vídeo, aunque lo más probable es que lo guarden en sus retinas para siempre
Cuando el cómico (entre otras muchas cosas) Ángel Martín reflexionó en sus redes sociales sobre para qué servían las firmas de libros a raíz de la gira de su libro Por si las voces vuelven (te lo recomiendo en audiolibro, por cierto). «¿Pero tener un libro firmado de qué sirve?», planteaba. Su pregunta me hizo reflexionar a mí, a su vez, sobre por qué yo misma he esperado largas colas para que, por ejemplo, Brandon Sanderson, Daniel Estorach, Eloy Moreno, John Scalzi o Pablo Arribas, me firmaran sus libros. Creo que tengo la respuesta: para darnos las gracias mutuamente.
Hay quien piense que tener un libro firmado sirva probablemente para elevar su valor en un futuro (y quizá si hablamos de escritores consagrados tenga razón), pero cuando yo voy a una firma de libros es porque quiero mirar a los ojos a ese escritor o escritora y decirle lo mucho que me ha gustado y he disfrutado de la lectura de su libro porque sé que eso significa mucho para ellos.
«Visto desde fuera», escribió Ángel Martín, «pueda parecer que el tío que ha escrito el libro os está haciendo un favor yendo a firmar. Tened muy claro que en realidad es al revés: sois vosotros quienes estáis haciendo un gran favor viniendo a darnos la posibilidad de poder daros las gracias en persona por apoyar nuestro trabajo». He tenido la oportunidad de estar a ambos lados de la situación, esperando la cola para que me firmen libros y viendo la cola (mucho más pequeña, eso sí) de la gente que esperaba a que yo le firmara los míos, y suscribo cada palabra de Ángel.
He tenido la oportunidad de estar a ambos lados de la situación
Cuando firmé Ocaso en 2018 y Claro de Luna en 2019, ambas en la Feria del Libro de Madrid, recuerdo el cosquilleo que sentía en todo el cuerpo cuando veía que alguien se acercaba con alguno de mis libros o sin ellos, pero lo compraba en ese mismo momento dándome una oportunidad. Ese preciso momento es en el que, como escritora, daba las gracias a todas las personas que se acercaban mirándoles a los ojos. Algo que seguiré haciendo porque en ese momento me sentí la escritora más feliz del mundo. Y no podría haber sucedido sin ellas.