Si bien el hábito de leer no ha dejado de crecer en la última década e incluso se consolidó en España durante 2021 el crecimiento del número de lectores, la literatura no termina de encajar entre la población más joven o, mejor dicho, la literatura que se imparte en los institutos. «La gente joven no lee», se suele escuchar con frecuencia. No obstante, numerosos eventos literarios y las redes sociales han demostrado una y otra vez que la gente joven lee, y mucho. Entonces, ¿a qué viene esa frase? ¿A qué se debe la sombra de la preocupación por el interés de los más jóvenes por la lectura?
Quizá las respuestas se encuentren en los centros educativos y en la forma en la que se enseña la literatura (y también en el entorno social, todo hay que decirlo. Pero no es ahí donde quiero llegar). No seré yo -que no estudié Magisterio- quien diga cómo debe enseñarse literatura en los institutos, pero sí compartiré una reflexión desde mi experiencia como alumna y lectora.
Un enfoque inadecuado
Mi amor por la literatura seguramente comenzó en el colegio, continuó desarrollándose en mi entorno familiar y se desinfló un poco durante el instituto. En realidad, en esta etapa educativa -que no fue todo lo idílica que una quisiera- la literatura que se impartía era, por decirlo de alguna manera, poco atractiva. Eso sí, a excepción del año que cursé 4º de E.S.O y el profesor hizo que sintiera mariposas en el estómago (no por él, sino por la literatura).
En cursos posteriores, con diferentes profesores, el interés por la literatura que me enseñaban (y que querían meterme por los ojos sí o sí) decayó
Durante ese año, descubrí libros maravillosos gracias a que ese profesor, el primer día de clase, se molestó en pedirnos que escribiéramos de forma anónima qué tipo de literatura queríamos leer. Todavía recuerdo haber puesto algo así como: «Quiero leer literatura con la que pueda sentirme identificada. Contemporánea. Autores de otros países, como Shakespeare, Twain, King, Brönte, Steinbeck o Hemingway…». Y puedo decir que ese profesor me complació (y gracias a él la literatura me ganó del todo). Lo sé, porque al día siguiente leyó mi petición delante de toda la clase (manteniendo mi anonimato) porque fue la única que le llamó la atención de todas (era diferente, dijo) y descubrí con él lo maravillosa que puede llegar a ser la literatura para una persona.
Pero, como he dicho, mi etapa del instituto no fue todo lo idílica que hubiera imaginado y en cursos posteriores, con diferentes profesores, el interés por la literatura que me enseñaban (y que querían meterme por los ojos sí o sí) decayó. Afortunadamente, fuera de las aulas yo seguía teniendo mis romances con libros que no entraban dentro del programa educativo. Y e aquí el quid de la cuestión: la literatura que quieren meter por los ojos sí o sí. Muchas personas me han repetido una y otra vez que su relación con la literatura murió con las lecturas obligatorias y que echaban en falta haber podido elegir entre tres o cuatro libros aunque sea a propuesta del docente.
Muchas personas me han repetido una y otra vez que su relación con la literatura murió con las lecturas obligatorias
Otro punto interesante es no tratar dichos libros como si fueran un mero trámite académico y aquí el cuerpo docente tiene un papel crucial. La literatura es lenguaje, es comunicación, es conocimiento, es hecho social, es placer y es un sin fin de cosas más que se pueden aprovechar dentro del aula. Transmitir a través de ella diferentes flancos de la vida y otras ideas, debería ser el principal objetivo más que poner una nota numérica en las actas de final de curso.
Renovarse o morir
Los datos históricos promedio del Barómetro de Hábitos de Lectura y Compra de Libros en España elaborado por la Federación de Gremios de Editores de España (FGEE) indican que, aunque cada año aumentan los lectores, el porcentaje de lectores frecuente en la franja de edad comprendida entre la población de 10 a 14 años ha descendido en el último lustro y que entre los 15 y los 18 la lectura atraviesa una grave crisis. Además, el estudio Jóvenes y Lectura 2022, elaborado por la Fundación Germán Sánchez Ruipérez, plantea la hipótesis de que la educación que se recibe en los institutos acelera esta desconexión con la literatura precisamente por la forma en la que se enseña.
Celia Torrejón-Tobío, PDI Universidad de Granada y del Departamento de Filología Inglesa y Alemana en la Universidad de Granada, propone ocho maneras de repensar la clase de literatura para que esta no termine extinguiéndose definitivamente de los planes de estudio. Vale la pena prestar atención, pues pone el foco en la formación en la comprensión, interpretación y gustos propios más, en dar con libros que conecten con las inquietudes de los más jóvenes (haciendo alusión a la cercanía de la novela contemporánea) y la diversidad, entre otros.
La educación que se recibe en los institutos acelera la desconexión con la literatura precisamente por la forma en la que se enseña
Creo que nadie duda de lo enriquecedor que puede llegar a ser leer los llamados clásicos literarios (que lo son porque tocan los aspectos principales de la persona, no por su antigüedad), pero no es lo mismo que te manden leer con catorce años La Celestina, El Lazarillo de Tormes o los textos que componen el Mester de Clerecía de forma autómata como deberes para casa, a que sea una lectura más profunda -ahondando en lo que despiertan en la experiencia humana- y guiada desde el punto de vista docente.
¿Qué libros deberían entrar en el programa educativo?
Es una pregunta compleja, aunque es cierto que la mayoría de los temarios siguen anclados en obras del Siglo de Oro español. No es malo, ojo, pero un poco de innovación atendiendo a las razones expuestas a lo largo de este texto quizá ayude a que la literatura en las aulas tenga un poco respiro.
Dar a escoger entre una lista de tres libros, por ejemplo, y que la clase formen clubs de lectura para luego exponer sus impresiones en conjunto; además de leer en clase libros que puedan tener aspectos en común con la época que viven los jóvenes, contribuiría enormemente no solo al despertar del interés por la literatura, sino a desarrollar un pensamiento más crítico, entre otros beneficios.
La mayoría de los temarios siguen anclados en obras del Siglo de Oro español
Nunca me cansaré de recomendar esta lista de libros que a mí, personalmente, me ayudaron mucho en aquella época adolescente en la que todavía no sabía muy bien quién era (y que comenté en profundidad en mi canal de Twitch), además de otros nuevos que he conocido siendo yo adulta que creo que podrían encajar perfectamente en las aulas.
Me partiría el corazón, como lectora, escritora y alumna eterna de la vida, que la literatura desapareciera de los planes de estudio y, con ella, el paso de las páginas entre las manos de un joven lector emocionado por lo que pueda encontrar en ellas.