Más literatura

La pila de pendientes crece aún más con los audiolibros

Las personas que tenemos entre nuestros hobbies la lectura no solo disfrutamos del placer de leer, también lo hacemos cuando entramos en una librería o en una superficie de venta de libros y paseamos por los pasillos en busca de nuestra próxima comprita, que no lectura, porque lo más probable es que se una a la interminable pila de pendientes que nos come a la mayoría.

Nada más lejos de ser esto algo malo, y siendo plenamente conscientes de que nuestro ritmo de lectura es muy inferior a nuestro ritmo de compra de libros, nos engañamos a nosotros mismos diciéndonos que no volveremos a comprar otro libro hasta reducir nuestra pila de pendientes, pero nos las gozamos cuando volvemos a casa con una bolsa llena de libros nuevos. Bocas ajenas dicen que la solución a nuestro “problema” es leer en formato digital, ya sea a través de ebooks o de la última tendencia, los audiolibros; que con ello ahorraríamos espacio, dinero -el formato digital es más barato que el físico- y optimizaríamos nuestras lecturas, pero ya adelanto que esto último no es del todo cierto.

Este verano, tuiteé una imagen en la que aparecía dibujado en una pizarra Dory, el personaje de Buscando a Nemo con notables problemas de memoria, con un mensaje que decía “No puedo comprar otro libro… ¡Oh, mira, una librería!”. Esta, junto al mensaje que puse para acompañarla (Soy yo. Hola, pila de pendientes) se hizo viral rapidísimo, lo que demuestra cuántos lectores se sentían identificados con ello. En una de la multitud de respuestas que recibí, alguien me sugirió que me comprara un Kindle o que optara por los audiolibros para solucionar mi “problema”. ¿Cuál fue mi respuesta? Que eso no impediría que mi pila de pendientes descendiera.

Hay lectores de todo tipo: desde los que solo prefieren un tipo de formato y un libro después de otro, hasta los que abren a los nuevos formatos de lectura y son capaces de llevar más de una a la vez. Aunque reconocía la comodidad de lo digital, yo antes era de las primeras; pero ahora soy un híbrido que ha descubierto en los audiolibros su perdición: llevo varias lecturas a la vez -una en físico y otra en audiolibro- y mi biblioteca digital ha aumentado considerablemente mi pila de pendientes. Eso sí, ahora también leo más. De hecho, gracias a los audiolibros, le he dado una segunda oportunidad a algunos libros que abandoné en otro momento, como por ejemplo la saga Harry Potter que ahora estoy disfrutando gracias a la espléndida narración de Leonor Watling; o me animo a escuchar algún libro que, aunque me llama la atención, no quiero que ocupe espacio en mis estanterías. 

Los lectores buscamos día sí y día también nuevos descubrimientos a través de las recomendaciones que otras personas con la misma pasión por los libros que nosotros comparte en sus redes sociales o plataformas de streaming. Gracias a la llegada de los audiolibros, tenemos a nuestra disposición un espléndido catálogo de posibles lecturas que, de otro modo, quizá ni nos plantearíamospor falta de tiempo, dinero o espacio (cada cual tiene sus razones). Es más, los audiolibros salvan cualquiera de esas tres barreras de un plumazo: puedes escuchar un libro mientras realizas otra tarea; por menos de lo que vale un libro físico, tienes al mes cientos de libros; y, además, estos están almacenados en una nube que no ocupa espacio en casa. ¿Qué más se puede pedir? ¡Hola, pila de pendientes!

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